Caída Libre

En el tierno cántico de Moisés que encontramos en Deuteronomio 32, a Dios se lo presenta con un águila madre dedicada en quien sus polluelos pueden confiar, incluso en la aterradora experiencia de aprender a volar (Deuteronomio 32. 11-12). 11 Como el águila que excita su nidada, Revolotea sobre sus pollos, Extiende sus alas, los toma, Los lleva sobre sus plumas, 12 Jehová solo le guió, Y con él no hubo dios extraño. Un águila madre construye un nido cómodo para sus polluelos y lo acolcha con sus plumas de sus propio pecho. Sin embargo, el instinto dado por Dios que construye ese nido seguro también obliga a los polluelos a salir de ahí al poco tiempo. Las águilas están hechas para volar y el águila madre no deja de enseñarles. Sólo entonces llegan a ser aquello para lo que fueron creadas. Así que un día, el águila madre desarregla las ramitas del nido haciéndolo un lugar incómodo. Entonces agarra a un aguilucho perplejo, se eleva en los cielos y lo deja...