Dios, mi Padre. Actitud de hijo.
De la parábola del hijo pródigo aprendemos que hay dos actitudes distintas con las que podemos enfrentar una relación con Dios.
Al leerlo en la Biblia vemos que el hijo menor comete errores muy graves cuando se ve en libertad para hacer su vida. Sus errores le llevan a pagar el precio viviendo en miseria; sin embargo, vuelve en sí y piensa primeramente en que si lograse ser un siervo en casa de su Padre, tendría mejor vida.
Regresa con la actitud y el enfoque correcto. Yo soy un mal hombre, he pecado y no merezco ser llamado hijo, quisiera ser al menos un jornalero, pero mi Padre es bueno, por lo tanto, voy a Él.
El Padre no pierde de vista la identidad de su hijo, y no le recibe como jornalero sino como HIJO. Le entrega nuevas vestiduras, le da un anillo, pone sandalias en sus pies, por último hace una fiesta para celebrar.
El hermano mayor por otra parte, se considera un hombre ejemplar, gran trabajador, cumplido, pero mal recompensado. Desde su visión, él es el bueno y su Padre es malo, injusto.
El Padre tampoco confunde su identidad al decirle: Hijo mío, todo lo mío es tuyo.
La diferencia está en la actitud de los hijos: si crees que eres bueno y que tu Padre debe recompensarte por lo que haces, entonces caes en mentalidad de esclavo, y no disfrutas de la provisión de tu Papá; mas si crees que a pesar de ser pecador, tienes un Padre que te perdona y te restaura, entonces sabes bien que eres un HIJO DE DIOS.
De plan de lectura Devocional,
"Dios, mi Padre".
Comentarios
Publicar un comentario
Cuéntanos cómo Dios ha bendecido tu vida por medio de estas reflexiones.