De la parábola del hijo pródigo aprendemos que hay dos actitudes distintas con las que podemos enfrentar una relación con Dios. Al leerlo en la Biblia vemos que el hijo menor comete errores muy graves cuando se ve en libertad para hacer su vida. Sus errores le llevan a pagar el precio viviendo en miseria; sin embargo, vuelve en sí y piensa primeramente en que si lograse ser un siervo en casa de su Padre, tendría mejor vida. Regresa con la actitud y el enfoque correcto. Yo soy un mal hombre, he pecado y no merezco ser llamado hijo, quisiera ser al menos un jornalero, pero mi Padre es bueno, por lo tanto, voy a Él. El Padre no pierde de vista la identidad de su hijo, y no le recibe como jornalero sino como HIJO. Le entrega nuevas vestiduras, le da un anillo, pone sandalias en sus pies, por último hace una fiesta para celebrar. El hermano mayor por otra parte, se considera un hombre ejemplar, gran trabajador, cumplido, pero mal recompensado. Desde su visión, él ...